viernes, 29 de enero de 2010

martes, 26 de enero de 2010

La Diosa Romana de la Pizza

Aconteció durante el álgido invierno del año MMIX, durante una de mis travesías por el viejo continente.
Mi consanguíneo el jurisconsulto y su servidor, deambulábamos ateridos por la ciudad eterna en busca de un emplazamiento que nos sirviera como refugio ante el crepúsculo inminente. Tras un inacabable itinerario, al fin dimos con un respetable albergue al norte de la urbe, donde una vez concluidos los trámites y desembolsos requeridos, nos pudimos dirigir finalmente a nuestra habitación. Fue en dicho sitio y en ese preciso instante, que la visión representada se manifestó ante nosotros: la Diosa Romana de la Pizza.
Rodeada de empaques y porciones del singular manjar, yacía ahí frente a nosotros, devorando lo que estuviera a su alcance. Lo imponente de la aparición, no tenía nada que ver con su robusta complexión, si no con la magnitud de sus dimensiones. Sus manos, sus pies, su altura, no había detalle en ella que no fuese colosal. Repentinamente y para nuestra sorpresa, contrario a lo que cualquiera esperaría de una deidad romana, comenzó a proferir vocablos sajones, con un tono vocal grosso pero a la vez seductor:
"Helooo guys", "Where are yooou froooom"...
"This pizzaa is soooooo goood, you shouuuld try it".
Y fue así, que siguiendo los designios de la divinidad, me aventuré de nuevo por las calles romanas, en una santa búsqueda del bocado, mientras el jurista víctima de la lascivia, solazaba con el espíritu sus más inmorales impulsos.