viernes, 26 de junio de 2009

jueves, 18 de junio de 2009

El Señor interventor

Si bien este curioso personaje surgió enteramente de mi imaginario personal, doy por hecho que ustedes amables espectadores se han topado con un individuo similar en sus vidas. Al gusto de cada uno, sitúenlo en el escenario que más convenga a sus intereses:
Oyente, expositor, invitado especial, sínodo, miembro del podium, fedatario público, o mero interventor de Chabelo.  

"Recuerdo de mi primer día"

La bonita anécdota narra:
Un día como cualquiera, en el recinto donde desempeño mis labores diarias, se desocupó una plaza laboral. Como era de esperarse, millones de personas se abalanzaron hacia este emplazamiento ansiosos de hacer suya inigualable oferta. De entre las largas filas, y los campamentos que se establecieron fuera de la institución donde desempeño mi brega diaria, se dio a la cita una mujer de apócrifa cabellera. El curioso peluquín de la dama, tenía una explicación:
nos encontrábamos ante la presencia de una mujer religiosa, judía ortodoxa. Grande fue su sorpresa, al tomar consciencia del lugar en que se encontraba. Mi oficina: embajada de Soezia y Vulgaria.
De un momento a otro, mientras esperaba a ser entrevistada, la incorrupta dama de castos oídos, se vio involuntariamente inmersa en el diario chubasco de exabruptos e improperios. Mientras más advertía, más se refugiaba en la esquina de la sala. Al ver su rostro embebido en pánico, aterrizó en las mentes de mis colaboradores y en la de un servidor, la imagen de lo que sería el destino de la devota doncella, de ser aceptada a colaborar en tan prestigiosa firma.

Nota: Es una pena que ninguno ustedes la haya conocido, es sin duda, uno de los retratos más puntuales de mi carrera. Imagínenla. 

Paco Alucines

miércoles, 3 de junio de 2009

Fast food guy

Galería del Autoexterminio

No me cae bien mi trabajo. No somos amigos.
No es siquiera un prójimo, al que ame como a mí mismo.
Creo además, toda persona en algún punto de su diaria faena ha tenido dicha sensación, en la que sin sentimientos suicidas reales, ha llegado a pensar "Alguien máteme... por favor".
Un bonito día como cualquier otro: 11 p.m. y no veía el fin de mis labores, mi ordenador tartajeaba. Mi superior, como dictan las costumbres, inconforme ante cualquier esbozo originario de mi intelecto. Así fue cómo en dicha desesperación, en las pequeñas piezas de papel autoadhesivo que reposaban sobre mi secreter, vio la luz la célebre "Galería del Autoexterminio".

Jack. El Obeso.