Rodeada de empaques y porciones del singular manjar, yacía ahí frente a nosotros, devorando lo que estuviera a su alcance. Lo imponente de la aparición, no tenía nada que ver con su robusta complexión, si no con la magnitud de sus dimensiones. Sus manos, sus pies, su altura, no había detalle en ella que no fuese colosal. Repentinamente y para nuestra sorpresa, contrario a lo que cualquiera esperaría de una deidad romana, comenzó a proferir vocablos sajones, con un tono vocal grosso pero a la vez seductor:
"Helooo guys", "Where are yooou froooom"...
"This pizzaa is soooooo goood, you shouuuld try it".Y fue así, que siguiendo los designios de la divinidad, me aventuré de nuevo por las calles romanas, en una santa búsqueda del bocado, mientras el jurista víctima de la lascivia, solazaba con el espíritu sus más inmorales impulsos.